Su Majestad el traje
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García Calvo y Modesto Lomba nos guían por la historia del invento más exitoso de la historia de la moda. El traje es el rey del armario por excelencia. Ya sean políticos, banqueros o empresarios, el llamado 'uniforme del capitalismo' ha conquistado el mundo entero, más y más deprisa que el propio mercantilismo en sí. El traje se ha convertido en un símbolo y en su contrasímbolo, pasando incluso a formar parte del ropero femenino. Desde que George 'Beau' Brummell lo diseñara, tal y como lo conocemos, a finales del siglo XVIII ha sufrido diversos cambios. Ahora, 150 años después, el clásico dos piezas se mantiene idéntico. La chaqueta sigue los mismos patrones: cruzadas, con botones, entalladas... Al igual que ocurre con los pantalones, más anchos o más estrechos, pero que se mantienen en lo esencial. Más de 100 años después el largo adecuado tanto del pantalón como de las mangas de camisa se mantienen protocolariamente. Quizás sea la corbata (que sustituyó a los pañuelos de seda anudados al cuellos) el único avance novedoso. Carlos García-Calvo incide en esta falta de evolución. "La ropa femenina cambia de temporada en temporada, de década en década, sin embargo la masculina sufre pocas modificaciones". El traje actual, el de dos piezas creado por Brummell, está "basado en un uniforme de colegio masculino", puntualiza el periodista. Los 'cambios' La prenda nació como consecuencia de la revolución y la guerra. El traje, de hecho, todavía lleva las marcas de ese pasado turbulento así como de la influencia de las actividades deportivas e, incluso, del tono dandi que ofrecía a los señores británicos de la época. Sin embargo, el traje está tan implantado en la sociedad actual que está en los armarios tanto de hombres como de mujeres como una prenda más, sin desvelar su verdadero origen ni lo que significa. Pese a que la moda comenzó a girar en torno a la extravagancia, el aspecto sombrío del traje, formado entonces por tres piezas, encontraba su hueco. La entonces emergente clase de negocios comenzó a adoptar la prenda como propia, pero también los aristócratas, que lo utilizaban como ropa de recreo los días que pasaban fuera de la corte, lo hicieron suyo. La sobriedad, la simplicidad de sus líneas, la variedad de colores que se podían utilizar (azul, gris, beige...) chocaba con el vestir del caballero inglés de la generación anterior: chaqueta oscura, pantalones y botas de montar. Fue la expansión industrial inglesa la encargada de llevar esta prenda al viejo continente, en un principio, y poco después de popularizarla en todo el mundo. De hecho, en opinión de García-Calvo es un inglés el que mejor ha sabido llevar un traje masculino: Eduardo VIII de Gran Bretaña, quién fuera Duque de Windsor. A finales del siglo XVIII Londres ya se había convertido en el centro neurálgico de la sastrería para caballeros, en parte fruto de la casualidad: los artesanos ingleses adaptaban las creaciones al clima británico. Pero ahí no quedó todo, los sastres extranjeros, muy hábiles confeccionando uniformes para combatientes, influyeron en los nuevos diseños, buscando la comodidad de quién lo vestía. Tras esto, aparece la figura central en la evolución del traje masculino: el 'ministro' de la moda George 'Beau' Brummel a quién se le atribuye ya no solo la creación del traje sino el hecho de que se pusieran de moda. Tal y como explica Ian Kelly en su obra 'Beau Brummell. El último dandy', Brummel se hizo íntimo del entonces príncipe regente que luego subiría al trono con el nombre de Jorge IV. Brummell, que viajaba para comprar los uniformes del regimiento del príncipe regente -y amigo- pudo tener un contacto cercano con los mejores sastres de Londres y, así, comenzar a desarrollar sus ideas, a confeccionarlas. ¿El motivo de este avance? Según Modesto Lomba (de Devota & Lomba) el traje de señores de hoy en día "es muy tradicional" y con menos evolución que la ropa femenina. "En origen", explica el diseñador, "ambos vestían túnicas, ahora la mujer sigue con vestidos y el hombre por las guerras, el trabajo y por sus quehaceres diarios ha incorporado el traje como forma de vestir". El modisto, consciente de que esta evolución se debe a su entorno, destaca que "la visión de un diseñador es ir cumpliendo las necesidades estéticas de la propia sociedad". Modesto Lomba lo ejemplifica: "La corbata está que aparece y desaparece en este momento, no sé si uno de los síntomas podría ser la comodidad -que cada vez necesitamos más o hasta podríamos hablar del calentanmiento del planeta, ya que muchas empresas permiten a sus trabajadores eliminarlo en determinadas épocas del año". Conforme avanzaba el siglo XIX la demanda de trajes, por parte del sector empresarial estadounidense, fue en aumento, ya no solo por su relativa informalidad sino también por su herencia deportiva y la imagen moderna y eficiente que concedía. Ahora, por el contrario, hay muchas compañías, como las asentadas en Silicon Valley (Facebook, Google, Apple...) que han rechazado esta prenda de vestir en sus sedes como símbolo de desenfado. Desde principios del siglo XX este ha sido el uniforme ejecutivo por excelencia aunque sí que ha ido evolucionando su aspecto adaptándose a las necesidades actuales. Los colores y los cortes han sido uno de los cambios -la pasada década, por ejemplo, las chaquetas eran de cuatro botones. Pero no solo el exterior se ha transformado, también el interior ha sufrido modificaciones para adaptarse a los nuevos tiempos, como pueden ser los bolsillos para billetes, plumas o teléfonos móviles. Mujeres con traje masculino Las mujeres también se han atrevido con esta prenda masculina. Adaptada con tacones, pantalones más ceñidos o chaquetas adecuadas a sus curvas, las alfombras rojas se ha plagado de estas prendas sobre tacones. Que, a diferencia de lo que pueda parecer, ofrece un toque chic y muy femenino a quién lo lleva. Pero, si alguien supo llevar el traje masculino con completa feminidad, según Carlos García-Calvo, era Marlene Dietrich, a quién le hacían los trajes a medida en la mítica sastrería vienesa Knize. Según Modesto Lomba el hecho de que la mujer haya adoptado a lo largo de la historia esta prenda como propia es porque "se empieza a incorporar a la vida social". Las señoras lo toman como "una forma de reclamar el valor sobre la mujer en determinados puestos: en empresas, en política...". El modisto explica que "una mujer probablemente se siente mucho más comoda con traje de chaqueta, que lo utiliza como elemento de camuflaje, - para no ser observada entre los señores que van vestidos de traje- y así aparcar el estigma que ha perseguido a la mujer en su historia". |
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
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